Es cierto que el Titanic va a cumplir un siglo hundido en el Atlántico y que a estas alturas quizás no debería quedar rastros de su estructura. Pero desde que fue encontrado a mediados de los ’80, todos le hemos ido tomando un cariño especial (un poco mermado con la aparición de aquella película). Entonces a todos nos da un poco de pena enterarnos que está desapareciendo bastante más rápido de lo que pensábamos. Lo terrible es que no es producto de la corrosión normal, sino de una abominable y hambrienta masa bacteriana que opera similar a las hormigas o abejas (trabajando en conjunto) que se está comiendo los restos del célebre barco. Según investigadores, a través de tecnología de ADN, lograron determinar que las estalactitas y mantos de óxido ferroso fueron formadas por una combinación de 27 cepas distintas de bacterias intercomunicadas. Así, el efecto sobre los fierros ha sido devastador, sobre todo en el sector de la popa, que fue el más dañado con el hundimiento. Se estima que la parte trasera de la embarcación tiene un deterioro hasta 40 años más avanzado que el de la proa. De hecho, la doctora Henrietta Mann, una de las científicas que identificó la bacteria afirmó que “en 1995 predecía que el Titanic tenía unos 30 años más, pero pienso que ahora se está deteriorando mucho más rápido que entonces. Eventualmente no quedará nada más que una mancha de óxido”.
0 comentarios:
Publicar un comentario