El alcalde de la ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg, dejó entrever que el desasosiego que invadió las calles de El Cairo y Madrid este año podría contagiarse a los Estados Unidos. ¿Tendrá razón? Fueron una primavera y un verano largos y calurosos en las calles de Grecia, Reino Unido y España, con manifestantes y revoltosos desahogando su furia contra el alto índice de desempleo, las dolorosas medidas de austeridad y una muerte causada por la policía londinense. Mientras tanto, los Estados Unidos virtualmente se han librado hasta ahora de revueltas e incluso de protestas políticas pacíficas generalizadas. Esto, a pesar del desempleo más alto en décadas, la creciente desigualdad en los ingresos, la insatisfacción con la dirección que lleva la nación, la frustración con su gobierno disfuncional y la amenaza de drásticos recortes a los programas sociales...
Antecedentes: El viernes, Bloomberg sacó a relucir el espectro del malestar social en medio de la alta tasa de desocupación en la juventud estadounidense. "Hay un montón de chicos graduándose de la universidad que no consiguen empleo", dijo en un programa de radio. "Eso es lo que pasó en El Cairo, eso es lo que pasó en Madrid. No queremos esas revueltas aquí. El daño causado a una generación que no puede conseguir trabajo tiene consecuencias duraderas". En el siglo pasado, los Estados Unidos experimentaron su cuota de disturbios y tumultos políticos, desde los indigentes veteranos de la Primera Guerra Mundial -del llamado "Bonus Army"- que se enfrentaron a las tropas federales en Washington en 1932, hasta las revueltas urbanas por problemas raciales en la década de 1960 y las protestas por el caso de Rodney King en 1992.
Además, en entrevistas con la BBC, analistas, escritores e historiadores han manifestado su temor a que los Estados Unidos estuvieran listos para alguna clase de levantamiento social, pero dijeron que la falta de organización social y un sentido de desesperación han impedido la unidad de movimientos sociales. "Me asombra que los estadounidenses sean tan lentos para levantarse colectivamente… no sólo contra el desempleo, sino contra las fuerzas claramente identificables que son responsables de él", expresó el sociólogo Todd Gitlin, profesor de la escuela de periodismo de la Universidad de Columbia. "No estoy prediciendo que ocurrirá algo así, pero no me sorprendería en absoluto que hubiera cierta explosión de rabia callejera".
"Revueltas tranquilas" Gary Bailey, profesor de práctica de trabajo social en la Escuela Simmons de Trabajo Social en Boston, indicó que los "draconianos" recortes de austeridad contemplados en el Congreso estadounidense podrían llegar a provocar algún estallido si los jóvenes estadounidenses sintieran que se les está arrebatando su futuro a través de recortes a programas de educación y empleo. "Corremos un riesgo inevitable", dijo. "No somos inmunes a lo que está sucediendo en el mundo. Cuanto más grande es la ciudad y la población juvenil, mayor es el riesgo". "Lo que el alcalde Bloomberg estaba advirtiendo es que esta privación de derechos, a falta de una expresión mejor, conduce a la desesperación y el desasosiego", agregó.
"El pone como ejemplo la primavera árabe, que surgió de lo que ocurre cuando se priva de sus derechos a la juventud", indicó. "Cuando ven el poder que ostentan unos pocos, con quienes frecuentemente no se identifican, las sociedades corren mucho peligro". Pero Peter Dreier, profesor de política y director del programa de política urbana y ambientalista de la escuela Occidental en Los Angeles, dijo que los estadounidenses no tienen la "psicología de la revuelta" y puntualizó que los ciudadanos que aguantan la carga del deterioro económico están "desmoralizados" y desanimados de emprender alguna acción colectiva. "La gente está molesta, y ahora mismo están desahogando su rabia en ella misma, las revueltas silenciosas del suicidio y la depresión", señaló. "Tomó unos tres años de la Depresión para que la gente superara esta sensación de culparse a sí mismos por su grave situación, para que se indignaran con los bancos y la comunidad empresarial y los alcaldes locales, para que expresaran su ira y la convirtieran en un asunto político más que personal".
"Anomia" Incluso cuando el desempleo ronda el 9.1%, los ingresos del hogar promedio disminuyen, y más gente está empobrecida que en cualquier momento desde hace 52 años, el profesor Gitlin asegura que la vida sigue siendo tolerable para la mayoría de estadounidenses. Eso podría explicar por qué los estadounidenses no se han lanzado en masa a las calles, dijo. "Una cosa es saber en el sentido de ‘lo leí en el periódico’ que la desigualdad está en su punto más alto, que casi no existe la movilidad social hacia arriba, que se está despojando al sector público", indicó. "No es que la vida cotidiana se haya hecho insufrible como resultado". Rick Perlstein, historiador y autor de "Nixonland: The Rise of a President and the Fracturing of America" (El surgimiento de un presidente y la fractura de Estados Unidos), afirma que los estadounidenses sufren de un "profundo sentido de impotencia aprendida".
"El hecho es que la población estadounidense -incluso si se eleva a ese nivel de ira- no siente que tenga alguien a quien manifestarle esa ira, ningún cuerpo de respuesta", dijo. "Esa es una función de la pérdida de confianza en el gobierno. Es una función de la anomia y la frustración". Pero Perlstein señaló las protestas sindicales de este año en Wisconsin, Ohio e Indiana contra las medidas anti-sindicatos en las legislaturas de esos estados, la masiva huelga de trabajadores de la firma de telecomunicaciones Verizon, y las reuniones de constituyentes este verano, en las que los votantes confrontaron a los congresistas sobre los temidos recortes a programas sociales. "Estamos viendo un movimiento social generalizado", expresó. "El hecho de que los medios no mencionen cosas interesantes que están pasando deja mal a los medios".
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