El pretender vivir en plena ciudad, pero en las zonas marginadas y de alto riesgo se ha constituido en un desafío para miles de familias que con esfuerzo improvisan puentes para “salir a lo claro”. Pequeños puentes de madera, troncos de coco o hierro que ellos han hecho son la forma de acceso que tienen algunos moradores para hacer la travesía desde una comunidad hacia otra. Una gran parte de estas barriadas fue levantada hace alrededor de 20 ó 25 años. Algunas de ellas las edificaron en plena ciudad, pero aún siguen siendo marginadas por autoridades que actúan como si se trataran de personas invisibles. A principios de este año, la alcaldía de Santiago efectuó un censo y determinó que hay 80 comunidades afectadas por las 15 cañadas que existen en el municipio y que en sus inmediaciones viven cerca de 100 mil personas...
La mayoría malvive bajo focos de contaminación ambiental y problemas de insalubridad. Esta situación de miseria contrasta con el crecimiento vertiginoso de la ciudad, que se convierte en una metrópolis con la instalación de grandes centros comerciales, hoteles, supermercados y negocios de comida rápida al mejor estilo estadounidense. En contraste: en El Hoyo de Bartola los residentes decidieron levantar tres pasarelas, una regular y dos de troncos de coco que fueron arrastrados por la crecida del Arroyo de Gurabo.
Un tercer puente fue construido en madera para atravesar hasta el barrio Los Ciruelitos. El director de la Defensa Civil, Francisco Arias, dijo que las administraciones municipales han llegado al punto de construir aceras y contenes a escasos metros de riberas de ríos y cañadas, lo que estima un verdadero peligro. Considera que permitir improvisar puentes es una motivación para que otros sigan mudándose en esas zonas vulnerables. Martina Polanco narra a elCaribe que muchas veces, en tiempos de lluvia, tienen que quedarse a dormir en el otro extremo para no ser arrastrados por las aguas. Esa misma situación se repite en Nibaje, donde decena de familias levantaron una pasarela de madera para desplazarse hasta El Ensueño.
El puente, por su deteriorada facha, podría colapsar en cualquier momento. En tanto que en los barrios El Fracatán y Los Guandules, los propios moradores tuvieron que asumir con esfuerzo propio y recaudaciones tres pequeñas pasarelas que los comunicarán con el sector La Lotería, pues cada vez que llovía se quedaban incomunicados.
Ramón Antonio Goris recuerda que los troncos de madera y pencas de coco fueron utilizados para que sus hijos llegaran a las escuelas. Otros métodos rudimentarios de atravesar los puntos de la ciudad se realizan en el río Yaque del Norte, donde a diario cientos de familias utilizan pequeñas embarcaciones de madera para desplazarse desde comunidades como Bella Vista hasta el centro de la ciudad. En ocasiones, las personas de escasos recursos tienen que elegir entre el menor de dos males: para no subir los frágiles puentes se convierten en pasajeros. Pese a que cuentan con dos pasarelas, una de ellas reconstruida al ser arrastrada por el Yaque, muchos prefieren pagar los diez pesos al que maneja la yolita.
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