Grúas, operarios y grandes pilotes de metal son por estos días parte del paisaje de las playas de Tijuana y San Diego, el punto más occidental de la frontera entre México y Estados Unidos. Allí, el gobierno estadounidense está construyendo una prolongación del muro divisorio que se adentrará casi 100 metros en el océano Pacífico. El llamado proyecto "Surf Fence" tiene por fin dificultar el acceso de la inmigración indocumentada desde el sur, una misión a la que la Oficina de Aduanas y Protección de la Frontera (CBP, en inglés) destina más de 20.000 oficiales patrulleros y costosa tecnología de vigilancia del terreno...
Durante los últimos años, la CBP ha fortificado más de 1.000 kilómetros del borde binacional. Con el nuevo plan en San Diego, California, busca reemplazar una valla en pie que llega hasta la costa pero que, según las autoridades, puede ser franqueada durante la baja de mareas. "La necesidad operativa es clara: al sur de la frontera (en México) hay un área densamente poblada y, en el pasado, muchas personas han encontrado un camino fácil desde las playas de Tijuana a Imperial Beach (la playa estadounidense más cercana).
Sin la valla, el cruce ilegal a Estados Unidos sería insostenible y necesitamos infraestructura física además de oficiales en la zona", señaló a BBC Mundo Michael Hance, oficial de operaciones de la Patrulla Fronteriza. En lugar de los listones de metal corroído que hay actualmente, la CBP destinará US$4,3 millones a levantar una cerca de 365 metros de extensión, de los cuales más de 90 estarán en el mar.
A prueba de óxido: La divisoria no es una novedad en este paisaje: entre Tijuana y San Diego hace más de 20 años que clic existe algún tipo de vallado. La cerca primaria, que cubrió los primeros 22 kilómetros desde el Pacífico, fue erigida en 1993 con metal soldado y una altura de 3 metros. En 1996, una ley del Congreso dio luz verde para la construcción de un segundo vallado paralelo.
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