Raysa Otáñez y su hija Rairub Torres Otáñez pisaron anoche su tierra, justo a las 8.27. Fueron recibidas por familiares, amigos y miembros de su comunidad cristiana. Los abrazos y las lágrimas no se hicieron esperar. Venían de una experiencia única, del naufragio de una ciudad flotante, el crucero “Costa Concordia”, que zozobró el viernes frente a la isla italiana del Giglio y dejó un saldo al menos 11 personas muertas y una veintena de desaparecidos...
“Yo pensé que ese era el final de mis días, de una vez empecé a clamar a Dios para que me iluminara y me pusiera en calma y así logramos salir adelante”, estas palabras corresponden a Raibub Torres Otáñez, la joven que junto a su madre Raysa Otáñez sobrevivió cuando el crucero Costa Concordia zozobró, en la isla de Giglio, región de Toscana, de Italia.
Eran las 8:27 p.m. cuando madre e hija recibían los abrazos y saludos de sus familiares y amigos que fueron a recibirlas al Aeropuerto Internacional de las Américas. “Todo el tiempo ellos decían que era un problema eléctrico, que era una falla energética y que estaban resolviendo el problema, pero al sentir el barco cómo se estaba meneando hacia un lado le dije: mami vámonos que estos no son problemas de energía”, continuó narrando Raibub.
Una vez llegaron hasta donde estaban las balsas, tuvieron que esperar dos horas sin saber porqué no los embarcaban, hasta que luego se enteraron que el capitán, al que esperaban para que diera la orden, ya los había abandonado.
Relató que presumieron era un accidente, porque vieron el agua entrar al barco y las cosas caer. “Fue un momento muy difícil, porque algunas balsas no bajaban, otras se iban de lado y estábamos a cuatro pisos”. En tanto su madre Raysa agradeció a Dios por haberlas salvado. “En un momento en que estemos más tranquilas hago el compromiso de compartir con ustedes este evento y cómo el Señor nos fue poniendo una y otra vez ángeles”, dijo Raysa a los periodistas.
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