El 26 de julio de 1952, la Argentina recibió la noticia de su fallecimiento a los 33 años por un cáncer. Fue la segunda esposa de Perón y una figura clave de la historia del país. La noticia del deceso de "Evita" causó un profundo dolor en el corazón de los seguidores del peronismo y entre las clases populares, que llegaron a quererla y venerarla incluso más que al propio fundador del movimiento, el entonces presidente Juan Domingo Perón.
En ese sentido, su figura también atrajo el odio de los antiperonistas, que la trataban despectivamente, y se convirtió en el nombre que dividiría las aguas en una historia argentina que no se apagó con su muerte ni con la caída de Perón, tres años más tarde.
El odio, y también el temor, llevaron a sus enemigos a ocultar su cuerpo, que padeció un cinematográfico trajín de varios años -que incluyó el entierro con nombre falso en un cementerio de Milán- y concluyó con la devolución de los restos a Perón, en 1971.
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