La sonda lanzada en 1977 llegó a la llamada “autopista magnética”, los últimos confines donde reina el Sol. “No sabemos qué esperar”, dicen los científicos. El equipo que sigue la evolución de la sonda informó que está en una región en la que las partículas originadas en el Sol bordean el espacio interestelar.
A 18.500 millones de kilómetros de la Tierra, los campos magnéticos de nuestra estrella interactúan con los de las demás, y las partículas de las heliosfera acusan recibo de esas fuerzas rebotando en todas direcciones.
Estudiando esos movimientos que los científicos concluyeron que “las partículas de baja energía toman la rampa de salida hacia el espacio interestelar” (ver gráfico), aunque se negaron a dar precisiones sobre la frontera del Sistema Solar.
Durante la reunión de la Unión Geofísica Americana (AGU por sus siglas en inglés), Stamatios Krimigis -investigador a cargo del estudio de tales partículas- dijo: “Necesitamos entender lo que los instrumentos nos están diciendo y solo el tiempo podrá confirmar si nuestras interpretaciones sobre esa frontera son correctas”.
Pero la nota saliente es la constante sorpresa que genera cada paso que ha dado la sonda en regiones inexploradas: “Ninguno de nuestros modelos teóricos predice ninguna de las observaciones realizadas por Voyager durante los últimos diez años, por lo que no tenemos una guía de los podemos esperar”, confesó.
En realidad, el punto de quiebre se produjo en 2004, cuando abandonó la zona de vientos solares intensos ingresando en la heliopausa. Cinco años después, esos vientos se redujeron a cero y creció la influencia del campo magnético. Para los científicos, esto significó tirar a la basura todos los modelos conocidos, ya que ninguno preveía la ausencia total de los vientos.
A partir de entonces, todo comenzó a ser novedoso. Quizás en la fase más interesante de su viaje, los datos que Voyager envía a la Tierra hablan de súbitas tormentas de rayos cósmicos, cada vez menos influencia de las partículas de baja energía propias del Sistema Solar (LECP, por sus siglas en inglés) y evidencias de que su medio ambiente ha cambiado.
Desde aquel 20 de agosto de 1977, Voyager I y su sucesora Voyager II (lanzada el 15 de septiembre) han visitado Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Ahora, todo lo que visiten tendrá nombres mucho menos familiares al oído humano.
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