La razón de comer, como función orgánica, es alimentarse. No ganamos nada con comer y no nutrirnos. Por eso es responsabilidad de cada uno buscar la manera de potenciar esos nutrientes o protegerlos durante la preparación, cocción y servicio para que lo que finalmente llevemos a la boca nos beneficie. Es importante saber cómo y dónde se pierden los nutrientes y algunos consejos para protegerlos todo lo que podamos y, de paso, desnudar un par de creencias populares que se habrán llevado de paso a más de uno. Comencemos con un mito: La comida en estado crudo es más nutritiva que la cocida. Realidad: Algunas comidas (como ciertas carnes, aves y huevos) pueden resultar peligrosas y dañinas para la salud si se consumen crudas o poco cocidas. Otros alimentos resultan menos nutritivos en estado crudo porque contienen sustancias que destruyen o inhiben otros nutrientes. Por otro lado, no podemos negar que algunos nutrientes se pierden cuando los alimentos son cocinados. La forma o el término en que los cocinamos, por ejemplo, pueden hacer una gran diferencia.
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