La recolección de miel puede sonar como una labor normal en la zona rural. Pero en Sundarbans, Bangladesh, es quizás el trabajo más peligroso en el mundo...
Durante generaciones, los pescadores y habitantes de los alrededores de ese bosque, el mayor de manglares del mundo, han recolectado miel silvestre cada año, entre abril y junio. La temporada anual de la recolección de miel conlleva muchas expectativas en el suroeste del país, ya que proporciona ingresos extras muy necesarios para a su gente. En promedio, los pescadores ganan alrededor de US$70 a US$80 cada uno durante la temporada de recolección. El dinero lo usan para pagar sus deudas o reparar sus barcos.
Peligros que acechan: Mientras los pescadores andan en busca de colmenas en medio del bosque, corren el riesgo de topar con un enemigo mortal: el tigre de Bengala. "Durante este período, el mayor peligro proviene de los tigres. Siempre están al acecho y nos pueden matar instantáneamente", le dice a la BBC Abdus Salam, un veterano recolector de miel de la aldea de Burigoalini, en el distrito de Satkhira, oeste de Sundarbans. "Luego están las serpientes venenosas de dentro de los bosques. Y, en estas aguas turbias, los cocodrilos se encuentran a la espera", añade. Salam dice que también tienen que lidiar con el problema de los piratas. "Si no les pagamos, nos mataran sin piedad. Este trabajo está lleno de riesgos", asegura. Los ataques del tigre se suceden a lo largo del año, pero el número de incidentes aumenta durante la temporada de la recolección de miel. Al menos 80 personas mueren cada año en las garras de los tigres en Sundarbans. Y, finalmente, las abejas.
Los pescadores suelen ir de isla en isla durante unas tres semanas en sus maltrechos barcos recolectando miel, producida por algunas de las abejas más grandes y más agresivas del mundo. Los recolectores de miel viajan a través de embarrados ríos de agua salada, arroyos y estrechos canales que atraviesan los bosques de Sundarbans. Durante un día, acompañamos a los recolectores de miel en su barco, adentrándonos en el oeste de los bosques de Sundarbans, en busca de colmenas silvestres. Nuestra primera parada fue para llevar a cabo una antigua costumbre. Los pescadores de Sundarbans le rezan a la diosa de los bosques Bonbibi, para que los proteja de los tigres y otros peligros. Estos pescadores, hindúes y los musulmanes, han estado orando a Bonbibi durante generaciones. Algunos de los miembros del equipo también acostumbran parar a recoger hojas y ramitas que son utilizadas para preparar una antorcha de humo que espante a las abejas. Mientras nuestro barco se adentraba en el interior de los bosques de manglares, el miembro más mayor del grupo, Amzad Mullah, pidió cautela. "A un niño de 12 años lo mató un tigre justo aquí el pasado diciembre", dice.
"A mi derecha, cerca del árbol, otro recolector de miel fue atacado hasta la muerte por un tigre en febrero. Un joven pescador de mi pueblo murió por la misma causa, en la misma zona, el mes pasado." Preciada captura: En el interior de la densa jungla, uno de los pescadores pronto vio una enorme colmena en la rama de un árbol. Medía, por lo menos, más de un metro de ancho, con decenas de miles de abejas gigantes alrededor. "Cúbrete la cara con este paño, de lo contrario las abejas te atacarán", me advirtió Mullah al pasarme una de sus toallas de algodón, llamadas gamcha. El resto de cazadores de miel también tenían los rostros cubiertos. Cuando nos acercamos a la colmena, con cautela, los recolectores encendieron las antorchas hechas de hojas y ramas para crear humo. El humo obligó a las abejas a irse volando, pero algunas atacaron a los que no estaban sosteniendo antorchas.
A los cazadores de miel no les importaban las picaduras. Rápidamente, uno de ellos subió al árbol y comenzó a cortar los panales de miel. Metieron unos cuantos trozos en una cesta de bambú y pudimos ver el jarabe dorado fluyendo a través de la rejilla. Mientras que algunos estaban ocupados con la recolección de miel, otros estaban de guardia y quebraban galletas y soplaban cuernos de búfalo para ahuyentar a cualquier tigre de la zona. Los pescadores trabajaban con prisa, pues querían irse de ahí lo más rápidamente posible. En nuestro camino de regreso, los pescadores comenzaron a cantar canciones populares alabando a Sundarbans para darle sustento.
"Suerte de estar vivo": Casi todos en el grupo tenían una historia que contar acerca de los ataques del tigre. Algunos de ellos me mostraron profundas cicatrices en la cabeza y en los hombros, y otros dijeron que algunos de sus familiares no fueron tan afortunados como para sobrevivir a los ataques con lesiones. Pero, ¿por qué estos hombres se arriesgan de tal manera tan solo para ganar un poco de dinero extra? "Si pudieramos conseguir cualquier otro trabajo, nos gustaría hacerlo", dice Ali Asgar Sheikh, un alto miembro del grupo. "Si un tigre mata a cualquiera de nosotros, no podemos tener miedo y quedarnos en casa. Si no venimos aquí, no podemos alimentar a nuestros padres e hijos. Es nuestra vida". Sin otros trabajos en oferta, parece que estos pescadores de los Sundarbans no tienen otra opción que continuar con una de las profesiones más peligrosas del mundo.
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