"Casino Royale", "Otro día para morir", "Doctor No", "Nuestro hombre en La Habana". Casi todos nosotros hemos visto alguna vez una película cuya trama se desarrolla en el intrincado mundo del espionaje. ¿Pero en qué medida estas películas reflejan la realidad de los espías de carne y hueso? Curiosamente, las misiones encarnadas en la pantalla grande por actores como Sean Connery, Roger Moore o Pierce Brosnan no difieren demasiado de las llevadas a cabo en la realidad. Lo que sí dista mucho del mundo de las películas son sus protagonistas. Existe un mito -al menos en el Reino Unido- de que para ser un espía moderno, hace falta haber sido educado en universidades de prestigio como Oxford o Cambridge. Sin embargo, esta creencia carece de fundamento...
"Yo pensaba que tenías que ser de clase alta, académicamente brillante, blanco y hombre, por supuesto", le dijo a la BBC Shami, un investigador del MI5, el servicio de inteligencia británico que se dedica principalmente a la seguridad interna.
Aunque pensaba que no cumplía con ninguno de los requisitos, Shami se postuló por internet y después de una evaluación rigurosa, sus empleadores lo contrataron.
Shami no lo sabía, pero era exactamente la clase de persona que el MI5 estaba buscando para investigar una presunta célula terrorista: listo, inteligente y carente de rasgos sobresalientes que lo hagan destacarse en una multitud.
"Estás constantemente analizando tu comportamiento así como el de los demás.... la ropa que usas, cómo hablas... estás pensando todo el tiempo en estos factores", cuenta.
"Tienes que pasar desapercibido en medio de la gente.
Tienes que ser gris, un don nadie que cuando la gente te ve, se le olvida al minuto que te ha visto", explica.
Reclutamiento
Reclutar y dirigir personas como Shami es una de las tareas más exigentes y peligrosas para un espía contemporáneo.
Ése es el trabajo que hace Michael para el MI6, el organismo británico encargado de la seguridad externa.
Michael realiza su labor en un territorio controlado por al-Qaeda, cuya ubicación no revelamos aquí por cuestiones de seguridad. "Para nosotros, infiltrar estas redes terroristas es crítico para saber de antemano con qué amenazas nos enfrentamos", le dice a la BBC.
¿Cómo lo hace?
"Empezamos tratando de llegar lo más cerca posible de sus cabecillas. Tratamos de recopilar toda la información que tenemos de la red, qué conexiones tienen y darnos una idea de quienes son los individuos que conforman esta organización en particular".
"¿Son accesibles? ¿Tienen información que puede serle útil a nuestro gobierno? ¿Creemos que podemos llegar a motivarlos para trabajar de forma encubierta para nosotros".
Éstas son algunas de las preguntas que Michael y otros espías se hacen antes de buscar cómo aproximarse a estos individuos para intentar establecer un vínculo con ellos.
Cada individuo requiere una táctica particular ya que sus motivos pueden ser diferentes: desde sentirse desilusionados con la ideología violenta de al-Qaeda, obtener compensación económica o vivir en el Reino Unido. La misión de reclutar agentes conlleva un gran peligro. Puede suceder, al igual que en las películas, que el apirante a espía sea en realidad un doble agente.
Pero el riesgo y los peligros de la profesión no son suficientes para detener a gente como Michael o Shami.
"Corremos riesgos en todo lo que hacemos. Creo que no llegaríamos muy lejos si tratásemos de evitarlos. Sólo tenemos que hacer todo lo posible para mitigarlos", dice Michael.
Sin embargo no todo es como en el cine.
"Si James Bond trabajase hoy día para el MI6, pasaría gran parte de su tiempo ordenando papeles en su escritorio, asegurándose de que cada documento esté firmado y autorizado como corresponde", cuenta Anna, colega de Michael en Londres.
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