La nueva película de Batman ofrece una gran cantidad de efectos visuales, pero tienen un pobre argumento. El film atrapa, aunque sus tres horas de duración sean excesivas. Christopher Nolan había puesto el listón muy alto con The dark knight y la expectación era enorme por ver una segunda entrega que se queda corta en profundidad y en la que Batman pierde protagonismo en una historia con más de guerra apocalíptica que de combate de superhéroes.
Casi tres horas de duración que se hacen eternas, excepto en los sensacionales comienzo y final de una película en la que Nolan reafirma su talento para crear atmósferas opresivas, pero en la que se pierde el espíritu de uno de los superhéroes del cómic más populares.
Tras quitarle los poderes en la película anterior, el realizador británico retrata a un personaje hundido y deprimido, que ya no es ni Bruce Wayne ni Batman y que se pierde la mitad del metraje atrapado en una cárcel subterránea.
Se echa en falta más presencia de Batman y se echa en falta a ese sensacional Joker que dio vida el fallecido Heath Ledger en el que sería su último papel en The dark knight.
El malo de esta segunda entrega, un irreconocible Tom Hardy, le pone músculo y violencia al papel, pero poco más. Nada que ver con los matices del personaje creado por Ledger.
De las chicas de la peli, Anne Hathaway cumple bien con su papel de una Catwoman con pocos escrúpulos y resulta creíble en las escenas de acción, mientras que Marion Cotillard no puede hacer nada con un personaje apenas esbozado y que sólo cobra fuerza al final.
Y ese es precisamente uno de los problemas de la película, el desequilibrio entre unos impresionantes comienzo y final y una parte media demasiado larga y en la que el director se recrea en escenas que parecen sacadas de Independence Day o títulos similares.
Rodada eso sí de forma impecable y con unas apabullantes escenas de acción en las que Nolan se maneja con maestría y con un tono barroco y oscuro que le va muy bien al personaje de Batman.
Una característica que ya imprimió en los dos largometrajes anteriores -Batman begins (2005) y The dark knight (2008)-, y que ahora amplifica en un renacer de Batman que es preciosista y estéticamente destacable, pero que se va por las ramas con una historia demasiado llena de efectismos.
Pero que sin duda gustará a los fans del director y del personaje, que esperan con avidez su estreno mañana, y que se postula como uno de los éxitos de los próximos meses
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