El aeropuerto se llena de gente que huye de la capital. No pierden el orden, pero están asustados por la amenaza de la radiación y proteger a los chicos es la prioridad. "Mis hijos tienen toda la vida por delante", dice Eiichi Inaka mientras espera en el aeropuerto de Haneda un avión que lo aleje de la capital nipona junto a su familia. Los residentes de Tokio abandonan la región alarmados por el crecimiento en el nivel de radiactividad generado por el escape radiactivo de la central nuclear de Fukushima, 220 kilómetros al norte del principal centro urbano del país. Largas filas se forman frente a los mostradores de check in y los vuelos están completos, mientras padres e hijos, la mayoría muy pequeños, dejan la capital. La ciudad muestra una poco habitual quietud. En Fukushima, los trabajadores siguen buscando una solución heroica a una situación que parece lejos de estar controlada, lo que impulsa a las familias a alejarse de la región rumbo a sitios que suponen más seguros. "Están diciendo que parte de las pérdidas de la planta nuclear de Fukushima vendrá en dirección a Tokio. Tengo hijos y tengo miedo de que entren en contacto con la radiación", afirma Mai Kamada, una madre de 32 años.
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