Un joven serbio residente en Austria llamado “Milo” (26) tomó la decisión de que le fuera amputada su mano derecha para poder colocar en su lugar una prótesis biónica. Su mano biológica está intacta a simple vista, pero no se trata de un capricho ni algún tipo de moda que quiera seguir el paciente, sino que su extremidad está “muerta”; inerte.
Sucede que hace diez años tuvo un accidente en motocicleta donde derrapó y se estrelló contra un poste del alumbrado público. En su hombro derecho sufrió una lesión al plexo braquial que dejó su brazo sin sensibilidad y movimiento. Posteriormente fue operado y se le puso músculos y tejido nervioso tomados de una de sus piernas, con lo que recuperó la movilidad hasta el antebrazo, pero no de la mano.
Ante ese panorama comenzó a barajar la poco convencional alternativa de la amputación voluntaria, para instalarse una mano robótica en su lugar. Tras las pruebas pertinentes, a través de un armado paralelo probó los movimientos de la nueva mano, y se decidió. La mano biónica está conectada al sistema nervioso mediante dos sensores ubicados sobre la piel del antebrazo, con lo que puede agarrar y pellizcar cosas.
La polémica entre el doctor Oskar Aszmann, que encabeza esta operación (y que ya realizó la primera de estas características el año pasado al paciente en la foto) y sus demás colegas, es que ellos postulan que los esfuerzos médicos debieran apuntar a la recuperación de la mano que físicamente seguía intacta. Pero “Milo” está contento con su decisión. ¿Éticamente incorrecto o funcionalmente acertado?
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