Pareciera descabellado, pero el hecho es que la tecnología de sensores remotos a bordo de satélites metereológicos y geológicos pudiera dar una idea certera de cuándo esperar un terremoto.
Esta semana se dió a conocer un trabajo expuesto en la Asamblea General de la Unión Europea de Geociencias que ha sido entregado para corrección y evaluación en la biblioteca de la Universidad de Cornell. En dicho estudio participaron investigadores de la Universidad de Chapman (USA), la NASA, El Instituto de Geofísica Aplicada (Rusia), sistemas espaciales rusos y el Instituto de Investigación Espacial RAS (Rusia). Bajo el trivial título “Atmosphere-Ionosphere Response to the M9 Tohoku Earthquake Revealed by Joined Satellite and Ground Observations. Preliminary results” (Respuesta Atmosférica-Ionosférica al terremoto de Magnitud 9 de Tohoku revelada por observaciones conjuntas Satelitales y terrestres. Resultados preliminares) pareciera esconderse la confirmación de una vieja teoría: la radiación de onda larga y alteraciones en la ionósfera acompañan a la actividad tectónica que precede a un terremoto.
Los resultados muestran que el 8 de marzo hubo un rápido incremento de emisiones de radiación infrarroja y una anomalía desarrollada cerca del epicentro. El GPS y los datos indican un aumento y variación en la densidad de electrones en la ionósfera baja alcanzando un valor máximo el 8 de marzo, que vuelven a la normalidad después del terremoto principal. La conclusión a la que llegan los investigadores es la siguiente “Hemos encontrado una correlación positiva entre las anomalías en la atmósfera y la ionosfera y el terremoto de Tohoku.” En caso de ser confirmados estos hallazgos podrían llevar a un sistema de alerta de terremotos que dé un par una ventana de 2 o 3 días para prevenir a la población y minimizar las fatalidades.
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