En sus 19 años de servicio, el teniente Fernando de los Santos, La Soga, encabezó un comando llamado “El Equipo”, que ejecutaba a supuestos delincuentes.Una fuente de la Policía le atribuye a La Soga al menos 35 muertes extra judiciales, pero a medida que las pesquisas avanzan comienzan a surgir nuevos expedientes. Ayer se presentaron ante las autoridades, familiares de otras diez víctimas que aseguran que el agente actuó como sicario y mató a sus parientes por encargo de sectores vinculados al bajo mundo que le pagaron. La fuente, de entero crédito, confirmó que varios abogados, amigos de empresarios que al parecer estarían detrás de La Soga, se han acercado a la Policía para buscar que se entregue de manera pacífica. El crimen más reciente que se le atribuye y por el que es buscado por un escuadrón similar al que hace años comandó, es la ejecución de dos jóvenes del sector ensanche Libertad de Santiago. Los cuerpos de ambos hombres fueron encontrados atados de pies y manos en la presa de Bao...
Por esos dos asesinatos, la Policía acusa a La Soga. Según esas mismas fuentes, De los Santos fue contratado para la ejecución por los empresarios Juan Silverio Ureña, de San Francisco de Macorís, y Bonel de Jesús Lanfranco Castro, por la suma de 250 mil pesos. La magistrada Águeda García, del tribunal de Atención Permanente, encontró ayer indicios suficientes de que La Soga, tras asesinar a los dos jóvenes a cuchilladas, lanzó uno de los cuerpos en la presa de Bao y el otro en un canal. Aunque el pasado lunes pasó a la condición de desertor, tras entregar vía un anciano que permanece detenido en la dirección Cibao Central, su arma de reglamento, una pistola calibre 45, chaleco antibala, el uniforme, balas y la placa, su paradero es una incógnita. El jefe de la Policía Nacional, José Armando Polanco Gómez, dijo en público que La Soga pagará sus crímenes “con la libertad o con otra cosa”.
Apresar a La Soga se considera una tarea sumamente difícil y peligrosa, pues es considerado un hombre de armas tomar. Entre sus compañeros de armas, lo consideran un hombre de bajo perfil. Tras un retiro efímero, La Soga decidió residir en la comunidad de Jacagua, al norte de Santiago. Al cabo de un tiempo, se reintegró a la Policía, hace pocos años. Fue enviado a Mao, provincia Valverde, debido a que la Fiscalía de Santiago se resistía a que ofreciera servicio en esta demarcación. Allí había sido jefe de la comandancia policial y había tenido varias trabas de gallos. En 2004 fue suspendido porque se le relacionó con el atentado al periodista Euri Cabral. En las evidencias recabadas por la Policía y por el Ministerio Público se cree que La Soga llevaba un largo tiempo cobrando para ejecutar a personas que, al parecer, hacían la competencia a algunos narcotraficantes o que daban tumbes a sus jefes.
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