Una investigación concluye que la mítica "piedra solar" que les permitía navegar sin brújula y en condiciones desfavorables no es una leyenda. Se trataría de un cristal relativamente común. Se sabe que los vikingos recorrieron miles de kilómetros rumbo a Islandia y Groenlandia, descubriendo sin duda América del Norte hacia el año 1000, mucho antes que Cristóbal Colón, pero su capacidad para navegar sin brújula durante esas largas distancias, y en condiciones muy desfavorables, como el cielo nublado, la noche polar o una nevada, sigue siendo un misterio. Además de sus excelentes conocimientos astronómicos y marítimos, según las sagas escandinavas habrían utilizado "piedras solares", mirando a través de ellas para detectar la posición exacta del astro invisible a simple vista y deducir así el rumbo de su navío. Las leyendas que las mencionan no dan sin embargo indicaciones sobre la naturaleza de estas fabulosas piedras, jamás identificadas formalmente en los vestigios arqueológicos. Pero según Guy Ropars, investigador del Laboratorio de física de láseres de la universidad francesa de Rennes-1, no sería más que un "espato de Islandia", un cristal de calcita transparente relativamente corriente en Escandinavia, y aún utilizado hoy en día en algunos instrumentos ópticos...
Este cristal tiene en efecto la propiedad de "despolarizar" la luz del Sol, es decir de filtrarla diferentemente según la manera como se oriente la piedra. Concretamente, si se mira la luz a través del mineral, se producen dos "haces" diferentes, uno "ordinario" y otro "despolarizado". "Cuando se gira el cristal sobre sí mismo para obtener una posición, si las intensidades de las dos imágenes son estrictamente iguales, entonces el cristal da directamente la dirección del Sol", aseguraron Guy Ropars y su colega Albert Le Floch. Los rayos de la estrella que nos llegan son, en efecto, parcialmente "polarizados", es decir orientados en un sentido preciso.
"Cuando se mira el cielo en el cenit, la luz del sol, que inicialmente es no polarizada, cae sobre las moléculas de la atmósfera, que se comportan como pequeños reemisores que solo traen a nuestros ojos la vibración horizontal, perpendicular a la dirección del sol", explican los físicos bretones. Mediante complejos cálculos teóricos y una larga serie de pruebas efectuadas por sus colegas canadienses y estadounidenses, llegaron a la conclusión de que "la dirección del Sol puede determinarse fácilmente, gracias a una simple observación fundada en la diferenciación entre las dos imágenes producidas por el espato de Islandia".
"Puede alcanzarse una precisión de algunos grados, incluso en condiciones de luminosidad crepuscular", agrega el estudio, publicado en la revista científica británica Proceedings of the Royal Society A. Así, incluso sin tener conocimiento científicos sobre la polarización, los vikingos pudieron fácilmente observar las propiedades de ese cristal y utilizarlo para encontrar el Sol con seguridad.
Un cristal de calcita fue hallado recientemente entre los restos de un navío británico del siglo XVI frente a la isla anglo-normanda de Aurigny. Una rareza inútil teniendo en cuenta que la brújula era conocida por los navegantes europeos desde el siglo XIII. Sin embaro, el estudio le haya sentido: "Hemos verificado en Aurigny que un solo cañón de los sacados de los restos del barco puede, a causa de su masa metálica, perturbar la orientación del compás magnético de 90 grados. De esa forma, para evitar todo error de navegación cuando el Sol se esconde, el recurso a un compás óptico podía ser crucial, incluso en esa época".
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