Hace cinco siglos, en la capital cultural del Renacimiento, Florencia, se celebraba una competencia única para establecer quién era el mejor artista del mundo, y los candidatos no podían ser de más altura: Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti. Un día primaveral de 1504, un hijo pródigo florentino, Da Vinci, acudió a una importante reunión. La cita es con uno de los jóvenes más ambiciosos de la República: Nicolás Maquiavelo, quien más tarde se hizo famoso con su tratado político El Príncipe, pero que en ese momento apenas estaba aprendiendo...